jueves, diciembre 21, 2006


Si quieres reirte pincha en la foto


Dulce Navidad

“Un hombre puede andar aquí la vida entera y no hallarse nunca, si nació perdido”.


José Saramago, Levantado del suelo.

Navidad. Nunca un día dura tanto. Concretamente 45 días, del 22 de noviembre al 6 de enero (eso oficialmente). Y en realidad, Navidad Navidad sólo es el 25, día de la Natividad de Jesucristo. Y es que la Navidad es como el Universo, cada vez se expande más y más.

Navidad...¡ala, todos igualados por el rasero del cristianismo, aunque no queramos!. Y disfrazada además bajo una túnica tejida por el capitalismo que por estas fechas se viste su mejor sonrisa y propaga la idea de amor, fraternidad e igualdad. Igualdad en gastos, por supuesto.

Mientras gastemos, todos felices. Esa es la idea que, por sugestión colectiva alimentada por un bombardeo mediático (medios que no olvidemos viven de la publicidad), debe estar en nuestra mente.

Sonríe, sé feliz, recuerda a los tuyos, llámales y pasa a verlos, pero no te olvides del regalo, sí, sí, si los Reyes Magos ya lo hicieron hace dos mil y pico de años, llevándole incienso, mirra y oro a Jesús, cómo no vamos a continuar con esa costumbre. ¡ Por favor, faltara más! ¡No tendríamos corazón! Cómprale un móvil, además, mira qué barato, y las tarifas tirás de precio, para que no tengas excusas y les llames.

Y esto, queridos lectores (ayer descubrí con sorpresa que son más de tres personas las que me leen), ya lo sabíamos todos, ni puedo ni pretendo ilustrar sobre este tema. Si lo saco es porque lo que me preocupa (¿me preocupa realmente?) es que la gran mayoría (qué bonito calificativo) sabemos de estas artimañas y nos da un poco igual. Es tan fácil abandonarse a los placeres de la sobremesa, llena de turrón, orujo, mazapán, guirlache y demás postres hipercalóricos, que no sólo lo hacemos en cuerpo sino también en alma. Tándem completo.

Y es que todo es por los niños, o al menos esa es la excusa. Les compramos todo lo que piden por dos motivos. Uno, nos da pena que el niño crezca con complejo de pobre, en esta sociedad el que no tiene es menos que los demás. Dos, somos tan egoístas que nos ponemos en el lugar del niño y pensamos, Cómo no voy a darle lo que pide, a mí me gustaría que me regalaran todo. Claro, y como nosotros lo queremos todo, el niño también ha de quererlo todo. Y todo es lo que le regalamos. ¡Ah! Todo menos la felicidad. Esa no es la forma de conseguirla.

Al final todo es tan sencillo como no ir contracorriente, dejar nuestras cuentas a cero y nuestros cuerpos con unos kilos de más, refrescar el repertorio de villancicos navideños, llamar a esos familiares con los que no solemos hablar a menudo, sonreír más, protestar menos. Ay... dulce Navidad. ¿Os he dicho que os quiero? Amigos, la vida es breve, el arte largo, las relaciones efímeras, las estaciones periódicas, los estados temporales, y la felicidad duradera.

Hablando de felicidad, ¿qué me traerán este año los Reyes?

martes, diciembre 05, 2006


El tiempo, indecoroso hacia sí mismo, ha pasado más rápido de lo que esperaba. Esta es la sensación que me embarga y que he terminado de racionalizar, no obstante, en un recodo de mi fuero interno sé que jamás esperé nada del tiempo sino de las personas, y por no llamar al tiempo por su nombre me olvidé de su existencia.


Los días solariegos pasaron: la Feria del libro con sus escritores corcovados dedicando sus libros cargados de reflexiones, invenciones, anhelos, prejuicios, falsa moral; eruditos unos, místicos otros, proselitistas de su ego la mayoría. Todo aquello está sepultado no por el tiempo sino por la memoria. Hoy hace frío, el primer frío de un otoño tardío, cargado de nubes, de tormentas persistentes a lo largo de varias semanas.

A menudo me sorprendo reflexionando sobre el carácter mortal de los seres humanos. En un par de entradas de este blog hablo sobre ese tema. Será porque tengo 23 años y me parece que he envejecido demasiado rápido.

Una de mis teorías y convicciones personales sobre la vida y su sentido, es que desde que el ser humano piensa y tiene memoria, las edades de envejecimiento han ido variando a lo largo de la historia. Así, mientras yo creo haberlo hecho muy rápido para la época en que vivimos, otros para la época en que vivimos no maduran. Cada momento tiene su magia. Cada paso que da el tiempo mide diferente según las personas, según el país y según la ciudad en que viva. Cada paso avanza distinto, por distintos senderos, algunos se encuentran en el camino, otros se enfrentan en él. Y en realidad todo tiene el sentido que uno quiera darle según el momento de embriaguez, emoción, lucidez, desazón, desánimo, esperanza o apatía, según el estado de ánimo de cada uno, medimos el mundo, lo cualificamos, y lo hacemos único y diferente.

lunes, noviembre 27, 2006



Después de un tiempo sin publicar nada en el blog, adjunto este fragmento que escribí hace unos días. Siento ser tan poco prolijo, no consigo sacar más de mí.


Est deus in nobis; agitante callescimus illo
Hay un Dios dentro de nosotros ; cuando se agita nos inflamamos


Ovídio, Fastos 6.5

Nunca pensé que el dolor
llegara a ser adictivo;
siento la libertad más plena cuando
mi alma sufre: soy una laguna
negra que arrastra vanidades a su interior.
En el fondo tiemblo; la certeza
de que este mundo que me construyo

y me construyen es una opción me aniquila.

No es la cadencia de las palabras, no es el ritmo
de la naturaleza, no. Nada. Tal vez no sea nada porque
nada puedo expresar sino un sentimiento
que nace del dolor. Un dolor vivo que me humaniza,
una cuerda de esparto que rodea esa parte de mí
que se agita y que se inflama.

¡Tengo tantas cosas que sentir! ¡tantas funciones que vivir!
tantos papeles que cumplir... y sólo sería feliz cumpliendo
el que sé que no puedo: porque la cama está caliente y fuera
el mundo está oscuro,
inhóspito, frío, gris. Triste.

jueves, noviembre 09, 2006

'Speculum Humanæ Salvationis'
(El espejo de la salvación humana)

Una espiral y caigo en ella. Tuve una mala racha, salí de ella. Han pasado dos años, y no quiero pasar de nuevo por otra etapa semejante. Sonrío a diario, trabajo a diario, intento cultivarme a diario. Tengo ambiciones y expectativas, ganas de vivir la vida, pero hay momentos que en un segundo, el mundo se calla, y siento como se hunde encima de mí. Soy yo el remolino y me trago todas las sensaciones, quedando sepultadas detrás de mis carnes que esconden un alma, por un instante ensombrecida, que avanza y retrocede, como la misma humanidad desde que el hombre perdió su inocencia, y con él, la historia misma.
Pero ya me he recuperado, esa nube que me ha oscurecido levemente y por un solo instante, ya ha pasado. Ahora de nuevo puedo sonreír, y la vida pasa sin que me pese. Es tan fácil como hacerme el que sabe que el tiempo corre pero sin prestarle atención, mirando a otro lado para no desesperarme. Me exaspera la mortalidad. Si fuera inmortal sufriría por la inmarcesibilidad de mi carne. Pero soy mortal y me oprime el pecho la idea de que un día – el mañana eternamente pospuesto – ya no sea joven, y que sepa lo que es amar.

martes, octubre 31, 2006


Sinceridad con cadenas

Para escribir hay que ser valiente o no tener nada que perder. Me podría inventar una vida, una cara, podría sentir a través de otro personaje, un personaje creado por mí. Sería una forma de liberación. Pero en cierto modo también sería una forma de renunciar a vivir mi vida. Y la verdad es que no tengo el valor suficiente ni para escribir con sinceridad ni para inventarme otra vida y pintarle un alma. Y mucho menos para renunciar a mi insulsa existencia. Y tampoco tengo nada que perder.
Todo lo que escribo nace por dos motivos, que en realidad es uno, solo que a veces se traviste. O es autobiográfico, con o sin adornos. O lo que escribo es completamente inventado y es como un parto, si nace es porque no podía estar más tiempo dentro de mí, ya que se hubiera podrido y me hubiera dejado infectado. Y digo que este último es en realidad el primero travestido porque lo que nace, lo que paro, es una frustración, un anhelo, lo escribo para que alguien lea lo que siento, y no lo enseño para que ese alguien no sepa lo que siento.
Me vendo. Soy un cobarde. Y además no tengo suficiente valor.

jueves, octubre 26, 2006


Abrazos gratis para el Mundo entero

Hay historias que hacen que se le salte las lágrimas a un servidor. Hoy me encontré por casualidad con una de ellas, que a tenor de como han transcurrido las cosas, se ha hecho mundialmente famosa.

Y es que cuando el ánimo anda de capa caída no hay nada mejor que un buen
abrazo.

viernes, octubre 20, 2006



Un caluroso verano chipionero seis años atrás. Atención a la pinta chuloplaya que tengo...

Las casualidades no existen. Eso pienso justo después de que andase pensando sobre qué podía escribir en mi blog. Lo actualizo poco y son pocas las ideas que tengo para hacerlo.Abro el correo y veo uno de mi amigo Edu. Está limpiando su disco duro y me envía un texto que escribí y le envié hace por lo menos seis años.
No es muy bueno pero al menos me sorprende gratamente. Tal vez la emoción de reencontrarme con algo que ni recordaba me hace verlo con otros ojos. Os lo copio a continuación. Al final sigo sin escribir nada, pero comparto con vosotros una pequeña parte de lo que fui a través de lo que escribí.

De repente el cielo se abrió, y lo pude ver, estaba ahí... el secreto, el más oculto secreto y esencia de su ser. Inimaginable a mis ojos pude ver su alma, entrelazada en la esencia de las flores, no comprendí ni comprendo como puede nacer algo así.
Estoy tumbado en mi cama, pensando, intentando saber por qué, cómo lo ha hecho, nadie lo pudo hacer antes, pero... ella es distinta, a todos... y a todas. Es sencillez extrema, paciencia vistosa, cariño receloso, simpatía infantil, ojos color miel, y pelo suntuoso, inimaginable y casi inalcanzable para mí, mortal en alma, su dulce y tierna sonrisa cautiva las miradas, miradas lejanas, miradas ocultas de gentes que no sienten, que no viven, pero ella da vida a todo en cuanto posa su mirada.
Sigo sin explicármelo, sigo sin saber por qué, cómo lo ha hecho, nadie lo pudo hacer antes pero ella... es el ocaso después de la pesadilla, en el que el alma encogida se aferra al destino soñado y sin aceptarlo llora y clama, pero entonces su recuerdo me ilumina, y si está junto a mi... ¡oh!, mi vida no sería la misma, aunque nunca antes fuese igual a lo que será en el futuro. Pienso en el futuro.
¡Qué futuro me esperaría junto a ella!. ¿ puede existir la felicidad sin preocupaciones?, sólo cuando lo sienta lo podré decir, pero... si no tengo preocupaciones, nunca podré quejarme de nada ¡maldito sea el día en que comencé a pensar!, jamás me debieron enseñar, como hoy en día, que es a lo último que se aprende.
En fin, sigo tumbado en mi cama, he quedado en 30 minutos, y la verdad es que no tengo ganas de levantarme, pero... por otra parte...¿ Por qué, cómo lo ha hecho, nadie lo pudo hacer antes, pero ella... ¡ME HA ENAMORADO!.

lunes, octubre 09, 2006

Hay dos paraísos y están en la tierra

Es terrible constatar el carácter mortal de uno mismo. Hay infinidad de escritos con la inmarcesibilidad del alma como trasfondo compuestos por mujeres ya marchitas, por hombres de carnes caídas, por personas que sienten, como yo siento en este momento, que han sido expulsados del paraíso por segunda vez. Ellos han sido expulsados del paraíso del deseo voluptuoso de carnes prietas, de sexo ardiente, del ritual del apareamiento. Yo del de la seguridad confortable de no tener que hacer nada que no quiera hacer, de no preocuparme por si hay qué comer, de tener un parapeto en forma de padre, madre, adulto cercano, que me siga manteniendo aislado de la realidad, que me prodigue atenciones justas, ratos ociosos, casa caliente, cama blanda.
Estos dos son los paraísos por los que pasa el hombre antes de ser expulsado definitivamente hacia esa otra parte de la vida en la que sólo se espera la muerte. La única forma saber de la existencia del paraíso es en retrospectiva, esto es, cuando somos expulsados y nunca más podremos volver.
Al final todos somos desterrados, y son los propios adultos los que empujan. A los ojos de un niño el paraíso adulto es atractivo, y como uno no es compatible con el otro y somos curiosos por naturaleza, terminamos abandonando uno para recalar en otro del que, inevitablemente, seremos expulsados más tarde, cuando otros ocupen nuestro lugar.
Ellos, los adultos, envejecen, yo, el niño, me hago mayor. Adquiero los vicios y las virtudes, aprendo a amar, a odiar, a trabajar por dinero, a saber valorar las cosas: las materiales y inmateriales, aprendo a ser rencoroso (la memoria es un instrumento trágico cuyo único fin es elde hacernos cada vez más egoístas); el perdón practicado en la infancia ahora aparece con una guadaña afilada y es mucho más difícil perdonar, aprendo a ser despiadado, y compasivo. La justicia se vuelve más clara, más precisa a mis nuevos ojos, entro en el juego del mundo adulto, ya no valen excusas, nadie tendrá piedad, sé de antemano lo que puedo y lo que no puedo hacer. Las reglas están escritas, sólo hay que leerlas.
La imaginación se nos empieza poco a poco a apagar, ya no existe Peter Pan. Es magnífico y maravilloso que alguien del mundo adulto se rebele, y escriba un Charlie y la fábrica de chocolate, o La historia interminable, La isla del tesoro o La vuelta al mundo en 80 días. En realidad los grandes escritores son ellos. Los premios Nobel suelen ser autores ya mayores, nostálgicos del amor, escasos de libido, con una infancia tremendamente feliz o pordiosera. No hay extremos. Ellos fueron asimilados por el mundo adulto y sus reglas, como casi todos, y le devuelven al propio mundo obras que son un reflejo de su alma que no es ni más grande ni más profunda que la de cualquier otro adulto asimilado. Y sólo un adulto puede valorarlas porque es requisito indispensable haber perdido la inocencia para mirar con los mismos ojos un poco más lejos de lo que nosotros podíamos haber mirado.
Cuando era pequeño, no recuerdo exactamente la edad, fui consciente por primera vez de que era mortal. No sé a qué se debía pero mi hermana, diez años mayor que yo, me contaba con una Biblia en la mano cuando Eva traicionó a Dios y comió una manzana del árbol prohibido. Entonces, me decía ella, en ese momento un dolor enorme recorrió al hombre, fue expulsado del paraíso y ya no pudieron andar desnudos sobre la faz de la tierra: tenían vergüenza, algo hasta el momento impensable. La regla sería una especie de estigma permanente para hacer recordar a la mujer su error.Recuerdo que yo le pregunté ¿y si Eva no se hubiera comido la manzana nosotros viviríamos para siempre?, sabiendo de antemano la respuesta.
En ese momento me dije a mí mismo que nunca jamás daría mis hijos una manzana ni nada que contuviera manzana (pensé directamente en una papilla de frutas) y así les evitaría el trago de morir. Pensé que nadie más había reparado en este detalle y que sería el primero en hacerlo. Me felicité por ello, pero en realidad no era más que una vía de escape a mi miedo. Cuando Eva comió la manzana todos fuimos condenados. Ahí tiene su origen el pecado según la religión cristiana, y lloré al conocerlo porque imaginé el día en que mis padres morirían y sentía un miedo irracional (sería expulsado del primer paraíso). Lo que entonces no sabía es que había un segundo del que aún he de ser expulsado por los niños de hoy, a los cuales, inevitablemente, los adultos, entre los que yo me encuentro, expulsaremos del primero.

martes, octubre 03, 2006

Emanaciones literarias

Me estoy leyendo mi primer libro de Henry Miller: Trópico de Cáncer. Pensé que era el de Capricornio, pero no, me equivoqué al recordar el título que ahora mismo acabo de verificar.
Cuando empecé hace unos días me desesperé un poco. Llevaba al menos un mes sin leer nada de literatura a causa de los exámenes y me suele pasar que cuando retomo la lectura me cuesta un poco al principio. No tengo ni idea de por qué será, pero no es algo que me preocupe mucho. El caso es que las primeras páginas se me hicieron un poco insufribles, en realidad no contaba nada en ellas y contaba muchas cosas. Eran sobre todo impresiones de su mundo interior. Un mundo interior apabullante, aunque no muy atractivo. La particular belleza de sus impresiones se deben, tal vez, a la candidez con que las tiene. No pretende subyugar su forma de vida a su mundo interior, es más bien lo contrario. Su vagar errático por las calles de París (en esta novela) y su añoranza de su Nueva York natal es lo que le confiere a su mundo interior ese carácter singular. Si yo hubiera sido mitad vagabundo en París hace cincuenta años, con total seguridad no hubiera podido retratar esa sociedad de la que él escribe con cierta apariencia de desgana. Putas, vicio, juego, apariencia, y el confort de los cafés.
Tiene fragmentos soberbios, uno en especial me llamó mucho la atención. Lo reproduzco: "El libro ha de ser absolutamente original, absolutamente perfecto. Por eso es por lo que, enrte otras cosas, le resulta imposible comenzarlo. En cuanto se le ocurre una idea, se pone a impugnarla".
Volviendo a Miller. Es pronto para escribir mis impresiones sobre él. Sobre su lectura. Hay algo que nunca he dicho, ni siquiera comentado cuando leo a un autor. Normalmente, aparte de recibir impresiones cognitivas, también recibo impresiones sensitivas respecto a su escritura. Si bien es cierto que esta está en cierto modo adulterada pues, a no ser que lea a algún autor que escriba en castellano, lo que leo son las traducciones, y por fieles que sean, nunca tendrán el vigor que caracteriza al original.
Las sensaciones a las que me refiero van desde la hosquedad, el gris, la porosidad áspera de la escritura de Saramago, que desbasta zonas de nuestra cabeza y deja al descubierto sensaciones (de reflexión en su mayoría) desconocidas hasta el momento, a la dulce certeza de tener gran parte de razón en la melancolía y la saudade de Pessoa, una certeza que se traga como una oblea crujiente hasta que se queda en el paladar, y con la lengua luchamos por engullir.
Cada autor, empezando por su nombre, y terminando por su biografía casi hagiográfica en algunos casos (por la cantidad de material que se ha escrito de ellos y no por la cualidad de sus vidas) tiene una parte material que me impresiona conforme los leo. Así, nada más empezar, e incluso antes, a leer a Pessoa, un estado de soñolencia que pudiera parecer que sueño si no supiera conscientemente que estoy despierto, me embarga. Y una rotunda saudade de algo que no echo en falta. Pero sus palabras me traspasan de tal forma que creo ver en relieve las sensaciones casi imperceptibles de color violaceo que de sus palabras emanan, y construyen a fuerza de un masajeo constante en la sien.
Gran parte de la crítica literaria, cinematográfica, la relativa a las artes en general y aquella incluso referente a los espectáculos se basan en sensaciones personales. Y tenemos en tal consideración a una persona según sus impresiones, y lo que estas impresiones despierten en nosotros. Y a mí esto no me gusta hacerlo, no porque quiera ser mejor ni hacer algo especial sino porque a no ser que conscientemente me lo plantee, no me sale. Algo que también dice Henry Miller en su libro Trópico de Cáncer, aunque con otras palabras, es algo así como que el artista crea para desestabilizar el sistema de valores de una época, y crear cambios que modifiquen la sociedad. Así la escritura de hace un par de siglos era mejor que la actual, y la pintura del XVI mejor que la del XVIII, etc, etc.
Resumiendo: si un autor no desprende un "olor" particular no lo considero especial. Bucay me transmite sensación de pureza corrompida, de azul con olor de formaldehído impregnando ropas vaporosas y blancas llenas de falsa espiritualidad. Bukovski huele a jabón de viejo, a ceniza reconcentrada, a leche fresca pasada. Y así podría seguir. Pero son sólo sensaciones. Nada más

miércoles, septiembre 13, 2006


Si una tarde de otoño un hombre (Capítulo II)

Ese hombre que una tarde de otoño desapareció se llama Manuel como su hijo. Pasa los cuarenta años de edad aunque eso no tiene importancia en esta historia. Cuando desapareció estaba en mitad de la treintena, durante su ausencia cambiamos de siglo y de milenio.

Manuel es de estatura media, no más de uno setenta y cinco, cuerpo ancho y fibroso, enjuto de cara y lacónico en sus respuestas. Tiene unos ojos pequeños, parece que reflexionara todo lo que oye, todo lo que ve. Ojos de sabio. Son de color marrón, más tarde dirá que se le quedó prendido este color en su pupila al despedirse de su antigua vida, porque lo último que miraba y admiraba eran las hojas de los olmos, marrones, secas y mojadas; su mirada es penetrante, no preguntó nada durante la entrevista pero, cada vez que me miraba, su pupila adquiría una expresividad tan viva que no hacía falta que me respondiera a lo que había preguntado. En estos casos sus ojos afirmaban, negaban y dudaban sin necesidad de que sus palabras confirmasen sus intenciones.

Desde que apareció, además de unas pocas palabras, no dijo más que, si respondía largo y tendido a las preguntas que surgían atropelladas (su familia desesperada, sus amigos que casi lo habían olvidado, la policía atónita por la reaparición), no iba a poder contar su historia tal y como le pasó. Su familia ha estado carcomida por dudas e incertidumbres de toda índole durante mucho tiempo, pero ninguno le volvió a preguntar después de que la enésima vez que lo hicieran prorrumpiera en amargo y desconsolado llanto. Lo que hasta ahora sabemos de él son las pocas respuestas que ha dado a su familia y la impresión que esta recibió al verle regresar.
La peculiaridad de su historia y el halo misterioso que envuelve su regreso ha hecho que los medios de comunicación; televisión, radio, prensa y sobre todo Internet y la blogosfera, hayan prestado una atención inusualmente prolongada en el tiempo a la historia de Manuel.
Las teorías sobre su desaparición han sido múltiples. Las de su regreso aún superan en número a las anteriores. La ciencia ficción se cruzan con las teorías de aquellas personas que opinan que al final será una historia más de amor y desamor. La expectación no sería tanta si series como Perdidos o los 4400 no hubieran tenido tanto éxito a nivel mundial.
Manuel, el protagonista de esta historia decidió hacer una única declaración, a una sola persona, sin nadie más delante que un cámara y una grabadora. El elegido es Jesús Quintero, famoso por su programa El loco de la colina y Los ratones coloraos. El motivo de la elección es desconocido hasta el momento.


La entrevista se reproduce hoy en la mayoría de los diarios nacionales, todos los telediarios se hacen eco de sus extractos más sorprendentes. Internet es un hervidero de comentarios derivados de la misma, y en la radio se han multiplicado las tertulias en torno a un tema que nadie pensó que pudiera acaparar tantas atenciones.

Lo que a continuación les ofrecemos es la declaración íntegra de Manuel:

martes, septiembre 12, 2006

Permitidme un pequeño ejercicio de creación que intentaré prolongar en el tiempo. Cuidaos.

Si una tarde de otoño un hombre


Si una tarde de otoño un hombre saliera de casa a comprar tabaco y no volviera jamás, su mujer e hijos se desesperarían. Si una mañana de otoño este hombre desapareciera sin dejar rastro alguno, sin haber hablado con nadie, y sin ni siquiera haber comprado tabaco, parecería que la tierra se lo hubiera tragado.


Una tarde de otoño de ramas secas y hojas mojadas adheridas al suelo. De vientos arremolinados, de paraguas empuñados, y de impermeables y botas de niños que vuelven de la escuela.

Si esa tarde de otoño ese hombre no hubiera salido de casa a comprar tabaco jamás hubiera abandonado a Isabel, su esposa, ni a sus dos hijos, Alicia y Manuel. Aunque no podemos hablar de abandono porque un día regresó.

Ya entonces se hablaba de él en pasado. Lo más difícil de perder a alguien es cambiar el tiempo verbal cuando te refieres a esa persona. Del presente al condicional – si estuviera aquí papa nos dejaría estar hasta más tarde en la calle -, del condicional al pasado – tu padre nos abandonó- . Y un día, de repente, el pasado torna en presente y nos descuadran los verbos. ¿Dónde has estado todo este tiempo?.

Pero lo más importante de una historia no es dónde fuimos o qué hicimos, por qué estuvimos tanto tiempo sin dar ninguna noticia, dónde estábamos y por qué no regresamos hasta este momento. Lo más importante de una historia es saber qué motivo, pensamiento, sensación o impulso mueve a empezarla. Y qué pasa durante todo ese tiempo. Lo demás es circunstancial. Una historia vive para ser narrada. Si no se narra bien desaparece y entonces sólo queda en la memoria del que la vivió. Si los demás aceptan esa historia, sin prejuicios de ningún tipo, como suya, entonces esa historia vivirá por siempre en boca de esa persona.

miércoles, septiembre 06, 2006

“No se hace buena literatura con buenas intenciones ni con buenos sentimientos.” André Gide


Soy bastante desorganizado en bastantes ámbitos de mi vida. Cuando vivía en Sevilla solía tener el piso desarreglado y la habitación patas arriba. Busco un libro, leo una página o dos y lo dejo encima del escritorio, después una revista, una camiseta, la bolsa de haberme comprado otro libro, unos papeles que escribí hace algún tiempo y hojeé por curiosidad – curiosidad desencantada propia del paso del tiempo que nos hace ver con otros ojos lo que pensábamos que era, si no bueno, al menos decente – y así cosas y más cosas.

Todo hecho un lío. Pero de repente un día me levanto con ganas y todo eso lo organizo hasta el más mínimo detalle.
Cada cosa en su cajón, las revistas organizadas por fechas, los libros por orden alfabético, las hojas sueltas en carpetas. Cuando termino creo haber arreglado no sólo mi cuarto o el piso, también mi cabeza.
Entonces veo fácil mantener el orden, tan sólo tengo que volver a colocar en su sitio lo que uso a diario. Pero de repente, siempre me pasa igual, veo imposible mantener el orden.
Tendría que tener detrás a alguien para que recogiese lo que yo dejo.Hasta cierto punto me gusta ese desorden que empieza a despuntar en una habitación con varios libros por medio, me parece un ambiente idóneo para desenvolverme, me siento más yo.

Pero cuando ese desorden aumenta dejo de sentirme tan bien y me embarga un hastío recurrente, y digo recurrente porque sé que hasta cierto punto es cíclico este comportamiento: organizo y desorganizo poco a poco para volver a organizar más tarde.

Esta forma de ser, esta actitud, rige en gran medida mi vida, fluctuaciones constantes, previsibles y dolorosas. El dolor que me causa es de no poder evitar estas situaciones, lo que hoy me gusta mañana me disgusta. Con esto no quiero decir que sea tan voluble como cambiar gustos como la comida, los amigos, el amor, etc.
Lo que escribo a continuación tiene poco que ver con lo que hasta ahora he comentado, el único punto con el que se puede relacionar tal vez es que hablo de un estado de ánimo de el alma – prometo escribir en este blog qué concepto tengo de alma para que podáis entenderme un poco más -. Aquellas épocas, y las llamo épocas porque no suelo tener días sino meses o incluso estaciones enteras, en las que mi alma se encuentra triste, melancólica, dura y temblorosa, sale mi lado más humano, mi lado más intelectual y apasionado. En esas épocas siento más, pienso más, me desasosiego más, huelo más intensamente, tengo más aspiraciones y menos ganas de materializarlas. Amo más, más intensamente, y en todo el día no se me olvida tu sonrisa, Gema.
No te regalo flores ni soy muy original, pero te miro y mis ojos, te darás cuenta, brillan más. Mi forma de ser, hasta un punto despistada, desordenado, un poco caótico, no me permite en la medida en que yo quisiera poder escalonar mi pensamiento hasta volverlo tan complejo como desearía, es por eso que no soy un romántico ingenioso y sí uno que se deja llevar por la corriente más de la pasión que de otra cosa. Si te abrazo es porque lo siento, y si no te digo cien veces al día lo que siento es por no gastar el nombre de ese sentimiento.
Pero sí hay una cosa en la que soy constante y sabes de qué se trata. Decía yo el otro día en este mismo blog lo de “Escribir, ser grande, amar y ser amado, la gloria y la fama...”.

Pues voy a dejar de soñar en este aspecto. Lo que escriba durante el resto de mi vida, mejor o peor, no será nada en un mar de literatura, buenos libros, grandes autores y poetas. Eso lo asumo, y no me cuesta en absoluto. Sé que al menos a las personas que me rodean, tal vez por un rato, les entretenga o, incluso, les haga sentir hacia mí una cierta admiración que se disipará en cuanto me conozcan mejor.
Pero si yo pudiera escribir algo con sentido, una obra larga, compleja, que me llenase, no estaría viviendo mi vida. Ya lo decía Alejandro Casona “Las novelas no las han escrito más que los que son incapaces de vivirlas”.
No podría renunciar a ti, a ser feliz, a la sonrisa que me sale todos los días porque sí, por ese estado de melancolía, apatía externa, por esos malos sentimientos y malas intenciones que decía André Gide, y todo ello por escribir una novela, un poemario, lo que fuera.
No quiero gloria y fama más que con la persona con la que duermo y sueño. No necesito otra cosa más que salud, amigos, familia y tú. Mis aspiraciones crecerán entonces, y tal vez, poco a poco te vuelva a enamorar como lo hice aquella tarde noche en la que helaba y yo te presté mi abrigo en lo alto de una colina de la ciudad de Madrid.


jueves, agosto 31, 2006

Disculpen mis escasos lectores...

Último deseo de un viejo vagabundo

Escribir, ser grande, amar y ser amado, la gloria y la fama,
una cama mullida donde descansar y soñar, soñar sin mesura,
el mar, recordar viejos amores junto a un café, solitario, azotado
por la brisa del mar, el mar, la brisa, y escuchar gaviotas, andar
descalzo por la playa, tener agujetas, sentirme en forma, comerme
un gran helado lleno de trozos de cereza, el color naranja, repetir las
cosas bonitas(de nuevo el mar), la melancolía controlada,
la seguridad de un presidio, el deseo irreprimible mientras es reprimido,
la lluvia que golpea la ventana mientras estoy bajo las mantas, una
buena película, una caricia de alguien a quien quiero, una mirada
de complicidad, el sol en la cara, la risa siempre puesta, la mano
pronta a ayudar, el corazón latiendo pues mientras lata seguiré vivo, disfrutar, sufrir, valorar.
Escribir lo que sea y que la gente lo llame poesía, reírme de mí
por dejarme llevar un instante y agradecer esas alabanzas hacia mis pensamientos,
esa dulzura benevolente que no es más que piedad hacia mí por sentirme
tan pequeño.
Levantarme con el pelo alborotado, sentir el agua recorrer mi piel, el olor
a canela, enfadarme, reconciliarme, rectificar y saber asumir las derrotas,
sobreponerme y salir adelante, saber que siempre puedo ser mejor,
siempre puedo hacer más feliz a alguien, que puedo querer más, mejor,
ser menos celoso, más comprensivo, menos caprichoso, que puedo volar
sin temor a que se rompan las alas del avión, ordenar mi vida, ordenar mi mente,
mantener las cosas en su sitio.El corazón late, sigo vivo.
Las profesiones de mi vida


“O poeta é um fingidor. Finge tão completamente: Que chega a fingir que é dor: A dor que deveras sente.”

“El poeta es un fingidor. Finge tan constantemente, que llega a fingir que es dolor, el dolor que en verdad siente”

Decía Pessoa de los poetas que eran unos fingidores, y digo yo que entonces todos somos poetas. En distinta medida por supuesto. Unos más otros menos, todo el mundo ha hecho sus pinitos con la métrica, los octosílabos, sonetos, alejandrinos y versos libres. Y a veces mentimos tan bellamente que la mentira se convierte en poesía. Una poesía que disimula lo que en verdad sentimos.

Cuando era pequeño quería ser pistolero. Eso me han dicho siempre mi hermana y mi madre, yo sólo recuerdo vagamente unas navidades en que me regalaron una pistola de vaquero y dentro de la caja iban dos o tres monedas de 25 pesetas. Toda una fortuna para alguien tan pequeño como yo. Ahora que lo pienso tenía menos de cuatro años.
Después quise ser bombero, no sé realmente por qué, nunca me gustaron los camiones de juguete ni tampoco los clips, tal vez oyera algún comentario de alguien mayor tras un incendio aparecido en la tele u ocurrido en el barrio donde vivía.
Esa fiebre se apagó pronto y dejé de querer ser bombero. Hasta los 9 años aproximadamente no volví a tener otra vocación. La de carpintero. Si José lo fue, por qué yo no? Me imaginaba fabricando sillas y muebles, serrando tablas y martillando puntillas por doquier. Esto también se me acabó pronto, haciendo una pequeña manualidad para el colegio con la segueta me salieron varias ampollas en los dedos. ¡No había pensado hasta entonces en mis frágiles manos de infante escolar! Tanto dolor pudo conmigo y la profesión de carpintero me desencantó desde ese mismo momento.
Encontré en el fútbol un sustituto temprano, si bien es cierto que me encantaba y se me daba fenomenal, nunca llegué a pensar seriamente en ser futbolista, hasta ahí no llegaban mis ensoñaciones. Por supuesto nunca llegué a serlo, tampoco pistolero, ni bombero, ni carpintero. Con catorce años, después de pasar todo un verano en reposo absoluto y tras un traumático cambio de domicilio decidí que quería ser periodista. Si escritor no iba a poder ser, cosa que me frustraba mucho, al menos me ganaría el pan con mis palabras.
Fui creciendo y esa ilusión permaneció latente dentro de mí hasta que llegué a segundo de bachillerato. Tenía buenas notas y me daba la media, pero en matemáticas iba fatal. Al final me suspendieron esta asignatura y me quedé para septiembre sólo con ella. Todo el verano dando clases particulares. La aprobé, claro que ya no quedaban plazas para periodismo en la Hispalense de Sevilla. Empecé Humanidades en la Pablo de Olavide. Me gustó mucho el primer año, el cambio a la Universidad, otro tipo de libertad distinto al del instituto. Pero ese gusanillo que tenía en mi interior de estudiar periodismo fue más allá, quería hacerlo en Madrid. Una tórrida tarde de junio en la que debería estar estudiando para los exámenes finales navegaba yo por internet, mirando notas de corte en las distintas universidades. Llegué hasta la Complutense, por casualidad vi el formulario de preinscripción, lo imprimí, lo rellené y lo envié. No dije nada a nadie, vivía sólo por entonces, y sólo pasado un par de semanas se lo conté a mi madre. La respuesta me vino a comienzos de julio, bajaba la basura y había una carta en el buzón, de la Complutense. No tenía ninguna esperanza, así que no la abrí inmediatamente. Tiré primero la basura y antes de subir rasgué el sobre. Lo primero que vi fueron en negrita la palabra aceptado. Casi no pude entender lo que decía y tuve que releerla varias veces para enterarme.
Era el comienzo de mi vida en Madrid. Quedaban muchas cosas por decidir pero desde ese mismo instante supe que me iría. La carrera todavía no la he terminado, me gustaría hacerlo cuanto antes. Ya trabajo, no es ningún medio pero al menos es en un departamento de comunicación. Está bien.
Sé que me quedan muchas cosas de las que disfrutar, día a día intento aprender más, pero la rutina te hace caer en una dinámica que hasta el momento no me ha hecho mucho bien.
Ayer mientras iba en el metro decidí fijarme en un punto cualquiera del suelo y no desviar la mirada hacia ningún lado ni nadie durante al menos cuatro paradas. Hubo dos veces que cambié la vista, pero al final lo conseguí. Esto no tiene nada de particular, ni pretende entrar en ningún libro de record. Me di cuenta que me facilitaba la reflexión, y que podía pensar en tiempos pasados con más facilidad. Mi natural olvidadizo por un instante me recordó que la vida se construye a grandes rasgos pero que sólo los pequeños son los que nos causan añoranza. Mi carácter es poco dado a echar de menos las cosas, procuro adaptarme, pero todo ser humano tiene un lado sensible al recuerdo más íntimo de su pasado, teniendo por intimidad secretos nunca desvelados, sentimientos nunca compartidos, pesares baladíes completamente olvidados.

miércoles, agosto 09, 2006



Una verdad como una catedral

San Pedro en Roma, San Pablo en Londres y la Catedral de Sevilla. Así quedaría el ranking mundial en cuanto a tamaño.
No quiero tratar sobre el carácter religioso de la Catedral, ni tampoco sobre su monumentalidad. Un carácter este, resulta obvio decirlo, del que los sevillanos solemos presumir. Como casi de todo.
Navegando me he encontrado con esta curiosa noticia que a mis ojos pasó inadvertida, data del mes de junio del año pasado:



"Escuela taller Catedral de Sevilla, en memoria a Miguel Ángel Blanco Garrido asesinado por ETA y HB, por esos mamones, el 12-7-97»
M.C.. 01.06.2005

Ocho años ahí y nadie se había dado cuenta. En la reja que hay junto a la puerta de Campanillas de la catedral de Sevilla reza esta leyenda. En la misma época en la que


se produjo el asesinato del concejal de Ermua, las rejas de la catedral de Sevilla fueron desmontadas y restauradas en su escuela taller.
Parece que alguien quiso expresar su rabia y su dolor, y en la forja grabó esta frase. En Forja XXI, la escuela, aseguran que nunca firman los trabajos que realizan en el templo. Dicen que se escribió sin su consentimiento y que la quitarán.

Pablo Mestre: «Es que lo miro todo»
Este joven estudiante de Historia, al que le apasiona la catedral, muestra en la foto el sitio exacto donde puede leerse la hasta ahora secreta inscripción. La descubrió el lunes, mientras guardaba cola para ver el cuerpo incorrupto de San Fernando.





A día de hoy no sé si lo habrán retirado ya que no he encontrado ninguna noticia que volviese a comentar el tema. Dejo el link de la noticia por si teneis interés.









viernes, agosto 04, 2006


Mi primera bicicleta

Las primeras navidades de las conservo un recuerdo nítido son las de 1987. Me regalaron una bicicleta "Motoretta" de color amarillo y un oso de peluche marrón, con un gorro, y una bufanda de color verde y roja. Aprendí a montar en bici, primero con ruedines, y después, leche tras leche, sin ellos. Recuerdo un día de verano que enfilé con la motoretta una calle de mi barrio que desembocaba en un parque de albero delimitado por un pequeño escalón de granito, tenía poca experiencia y no solía correr, así que para experimentar esa dulce flama sevillana a las cinco de la tarde en un mes de verano, empecé a pedalear cada vez más rápido, y más rápido, al final perdí el control, dejé pedalear, abrí las piernas, la bicicleta empezó a hacer zig zag y terminé rebozado como una croqueta amarilla. Hay que decir que estaba sólo y nadie me vio. Me levanté y seguí mi camino, eso sí, mucho más despacio.
Fue la primera vez que fui consciente de que si corría mucho me terminaría cayendo. Aunque eso me siguió pasando con las siguientes bicicletas que tuve.
No recuerdo exactamente qué fue de esa bicicleta. Después tuve una california BMX, que por aquel entonces era lo más. De seguro que quedó arrinconada y terminó en la basura.
El osito de peluche todavía lo tengo, ahora sin gorro, sin bufanda y un poco descosido. Es lo único que conservo de pequeño, nunca he sido de guardar los juguetes, ni las cosas en general.
El osito en cambio me trae otros recuerdos. Todos se remontan a invierno, la época en la que hace un poco de frío en Sevilla. Colocábamos una alfombra roja que teníamos, u otra azul mucho más mullida en el salón, y propio de mi edad (no pasaría los 7 años) me ponía a darle patadas, manotazos, y demás llaves karatekas al oso. Era un flipao de las películas de artes marciales y veía al menos una por día, alguna obsesivamente repetida.
Un objeto conduce a un recuerdo, y este recuerdo a otro recuerdo. Me podría pasar horas escribiendo, pero lo voy a dejar ya. He tardado en empezar porque no sabía que escribir, pero una vez me he acordado de la bici todo ha salido rodado. Por cierto, la foto que adjunto es de la bici que hablo, sólo que la mía era de color amarilla. ¡ Qué recuerdo esos guardabarros y ese sillón que más bien parecía de moto que de bici!

lunes, julio 31, 2006

Elegí este nombre como una declaración de intenciones. Nací un 26 de septiembre de 1983, soy libra, símbolo representado por una balanza. Del equilibrio y de la inestabilidad, de la mesura y la desmesura, la acción y la pasividad.
Los que creen en los signos del zodiaco dicen que soy encantador, mi carácter atrae a la gente, seductor por naturaleza, idealista irredento, pacífico, optimista y romántico. Lo malo de los libra, dicen, es que son demasiado inconstantes, indecisos, que pueden cambiar de opinión fácilmente y ser complacientes con los que le rodean.
Eso dicen de mí, y en parte es cierto. Aunque desde este punto declaro que no creo en esto del horóscopo a pies juntillas, es cierto que aquellas personas que conozco y que son de un determinado signo, suelen ser a grandes rasgos tal y como se las define en el zodiaco. Pero, y siempre hay un pero, no suelo fijarme en qué signo es uno u otro, así que son aquellas personas que verdaderamente juzgan al resto de la gente según su signo los que suelen apuntarme: es típico de los piscis, o de los tauros, o de lo leos. Y yo voy, y me lo suelo creer. Típico de los libra, dejarse influir por los demás.

Un blog, o bitácora, nace con la consideración semejante a la de un diario. Y dado a que soy muy inconstante, aunque pretenda escribir una entrada todos los días, sé casi a ciencia cierta, que al final terminaré posponiendo de un día a otro, y habrá días, o incluso semanas (meses en el peor de los casos) en las que no escriba nada. Típico de los libras.

Este blog es la continuación de otro blog, "Púlpito desajustado", que terminé cerrando por desazón, y desánimo. Lo que no significa que siga en su linea, porque voy a dejar de dar rienda suelta a mi escasa vena artística, y procuraré escribir cosas si no amenas, al menos más digeribles o divertidas.

Como decía al principio, de esta declaración de intenciones: titular a mi blog Diario de una balanza, espero poder sacar partido, y si no justificarme, palabra que pretendo desterrar de mi vocabulario, al menos consolarme en mi desdicha cuando recaiga de nuevo en un típico comportamiento de los libra. La inconstancia, por ejemplo.

Algo novedoso. Hablaré más de mí y de lo que me rodea. A ver qué saco en claro. ¡OJO! Esto es completamente nuevo. Así al menos, el carácter que pierde por la periodicidad lo recupera por el carácter de lo que cuento.

Como casi nadie me va leer, animo a todo el que lo haga que deje sus comentarios, así me animo y cuento más cosillas. Venga, que la tasa de conversión: personas que leen - personas que dejan comentario sea alta.

Me despido
calamo currente.