jueves, diciembre 21, 2006


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Dulce Navidad

“Un hombre puede andar aquí la vida entera y no hallarse nunca, si nació perdido”.


José Saramago, Levantado del suelo.

Navidad. Nunca un día dura tanto. Concretamente 45 días, del 22 de noviembre al 6 de enero (eso oficialmente). Y en realidad, Navidad Navidad sólo es el 25, día de la Natividad de Jesucristo. Y es que la Navidad es como el Universo, cada vez se expande más y más.

Navidad...¡ala, todos igualados por el rasero del cristianismo, aunque no queramos!. Y disfrazada además bajo una túnica tejida por el capitalismo que por estas fechas se viste su mejor sonrisa y propaga la idea de amor, fraternidad e igualdad. Igualdad en gastos, por supuesto.

Mientras gastemos, todos felices. Esa es la idea que, por sugestión colectiva alimentada por un bombardeo mediático (medios que no olvidemos viven de la publicidad), debe estar en nuestra mente.

Sonríe, sé feliz, recuerda a los tuyos, llámales y pasa a verlos, pero no te olvides del regalo, sí, sí, si los Reyes Magos ya lo hicieron hace dos mil y pico de años, llevándole incienso, mirra y oro a Jesús, cómo no vamos a continuar con esa costumbre. ¡ Por favor, faltara más! ¡No tendríamos corazón! Cómprale un móvil, además, mira qué barato, y las tarifas tirás de precio, para que no tengas excusas y les llames.

Y esto, queridos lectores (ayer descubrí con sorpresa que son más de tres personas las que me leen), ya lo sabíamos todos, ni puedo ni pretendo ilustrar sobre este tema. Si lo saco es porque lo que me preocupa (¿me preocupa realmente?) es que la gran mayoría (qué bonito calificativo) sabemos de estas artimañas y nos da un poco igual. Es tan fácil abandonarse a los placeres de la sobremesa, llena de turrón, orujo, mazapán, guirlache y demás postres hipercalóricos, que no sólo lo hacemos en cuerpo sino también en alma. Tándem completo.

Y es que todo es por los niños, o al menos esa es la excusa. Les compramos todo lo que piden por dos motivos. Uno, nos da pena que el niño crezca con complejo de pobre, en esta sociedad el que no tiene es menos que los demás. Dos, somos tan egoístas que nos ponemos en el lugar del niño y pensamos, Cómo no voy a darle lo que pide, a mí me gustaría que me regalaran todo. Claro, y como nosotros lo queremos todo, el niño también ha de quererlo todo. Y todo es lo que le regalamos. ¡Ah! Todo menos la felicidad. Esa no es la forma de conseguirla.

Al final todo es tan sencillo como no ir contracorriente, dejar nuestras cuentas a cero y nuestros cuerpos con unos kilos de más, refrescar el repertorio de villancicos navideños, llamar a esos familiares con los que no solemos hablar a menudo, sonreír más, protestar menos. Ay... dulce Navidad. ¿Os he dicho que os quiero? Amigos, la vida es breve, el arte largo, las relaciones efímeras, las estaciones periódicas, los estados temporales, y la felicidad duradera.

Hablando de felicidad, ¿qué me traerán este año los Reyes?

martes, diciembre 05, 2006


El tiempo, indecoroso hacia sí mismo, ha pasado más rápido de lo que esperaba. Esta es la sensación que me embarga y que he terminado de racionalizar, no obstante, en un recodo de mi fuero interno sé que jamás esperé nada del tiempo sino de las personas, y por no llamar al tiempo por su nombre me olvidé de su existencia.


Los días solariegos pasaron: la Feria del libro con sus escritores corcovados dedicando sus libros cargados de reflexiones, invenciones, anhelos, prejuicios, falsa moral; eruditos unos, místicos otros, proselitistas de su ego la mayoría. Todo aquello está sepultado no por el tiempo sino por la memoria. Hoy hace frío, el primer frío de un otoño tardío, cargado de nubes, de tormentas persistentes a lo largo de varias semanas.

A menudo me sorprendo reflexionando sobre el carácter mortal de los seres humanos. En un par de entradas de este blog hablo sobre ese tema. Será porque tengo 23 años y me parece que he envejecido demasiado rápido.

Una de mis teorías y convicciones personales sobre la vida y su sentido, es que desde que el ser humano piensa y tiene memoria, las edades de envejecimiento han ido variando a lo largo de la historia. Así, mientras yo creo haberlo hecho muy rápido para la época en que vivimos, otros para la época en que vivimos no maduran. Cada momento tiene su magia. Cada paso que da el tiempo mide diferente según las personas, según el país y según la ciudad en que viva. Cada paso avanza distinto, por distintos senderos, algunos se encuentran en el camino, otros se enfrentan en él. Y en realidad todo tiene el sentido que uno quiera darle según el momento de embriaguez, emoción, lucidez, desazón, desánimo, esperanza o apatía, según el estado de ánimo de cada uno, medimos el mundo, lo cualificamos, y lo hacemos único y diferente.