miércoles, diciembre 31, 2008

Felices 365 días de 2009

Las fechas sólo se eligen a veces. En otras ocasiones, nuestros actos o los eventos que suceden a diario ocurren sin mirar el calendario. Esta entrada tiene un motivo concreto, y la escribo por ser la fecha que es. En una época en la que todo es espíritu de renovación, - tanto para desprenderse de lo negativo que haya traído el 2008 como para mantener y mejorar las alegrías del año- todo el mundo se desea lo mejor. La retahíla de buenos propósitos subyacentes en todos nosotros durante los doce meses del año aflora en estos días que poco se diferenciarán de los próximos.


El cambio, la ruptura, la preparación emocional para dar el salto al próximo año debe gestarse desde mucho antes, los cambios se maduran con el tiempo, y el comienzo de 2009 no debe ser una fuente de frustración si no logramos lo que nos proponemos en un corto plazo de tiempo. El final de 2008 y el comienzo del nuevo año debe ser, ante todo y ante todos los deseos que nos presentemos a nosotros mismos como importantes, el reconocimiento del cambio. La voluntad de cambio es el pilar de nuestro futuro, el esfuerzo diario son las piedras con las que nos construimos. Olvidarnos de nosotros es inevitable en ocasiones, pero saberse encontrar y dedicarse un tiempo para proseguir con nuestro crecimiento y construcción es la mejor inversión que podamos hacer.

Yo os urjo a leer, escribir, cantar, bailar, sonreír, pasear, curiosear sobre cualquier cosa, trabajar y meditar, dedicar tiempo al tiempo, esto es no hacer nada, y medir las cosas por lo que nos conmueven .Compartir. Pensar y razonar con el sentimiento, y mesurar nuestras descabalgaduras de corazón. Beber y compartir el vino, entender la virtud y manejar el vicio, mirarnos al espejo a los ojos y ver como nos miramos al espejo en nuestra pupila. Sabernos poseedores de un Universo entero: nosotros. Somos la mejor arcilla, mejoremos como alfareros.

No dejemos que el tiempo nos haga olvidar nuestra maleabilidad, somos carne y sangre madurada, el tiempo nos da poso, el tiempo nos trae la felicidad.

viernes, febrero 29, 2008

Aún soy joven. No lo seré eternamente. Lo sé, y aunque empiezo a sentir el proceso de maduración de mi piel, de mi carne y de mis sentimientos, mi ser está surgiendo todavía. No es el ocaso sino mi propia alba la que vivo. Soy levemente consciente de este proceso, me reconforta saber que el periodo de turbiedad que hace un tiempo zarandeó mi existencia poco a poco se va desvaneciendo, los contornos de mi propia vida perfilando, y a pesar de tener tan pocas cosas propias tener tantas ajenas que me son dadas como el maná.

Sin embargo, un leve recuerdo de aquella nausea existencial me sigue acechando a intervalos irregulares y cada vez mayores. Me sorprendo pensando: ¿será un mecanismo reflejo de autodefensa integral? La invisibilidad de mis resortes emocionales me subyuga aterradoramente a esta vida que vivo. A mí, racionalmente, no hay nada más que me precipite al abismo que un amor desleído. Sentimentalmente la ausencia de besos y caricias.

Y sin pena ni pasión, sin ánimo pero tampoco desidiosamente, me aferro al concepto de la inexorabilidad del tiempo, tan etéreo como el humo de un incendio que a nadie calienta, alerta o guía en la oscuridad, esperando a que su transcurrir me proporcione las preguntas que parezco divisar imprecisamente. Porque no me importan cuáles puedan ser las respuestas. Ni siquiera si estas llegan algún día.

viernes, enero 18, 2008

Han pasado más de dos meses sin escribir nada. Dos meses es mucho tiempo para un blog pero poco en una vida.
Uno deja de escribir en un blog por dos motivos fundamentales: la apatía, abulia, desidia de su propia vida, con lo cual no hay nada que contar, o contarlo todo sin decir mucho. Por estar viviendo un periodo excitante, de continuas subidas y bajadas, nuevas experiencias, nuevos campos vitales. En definitiva, por tener tanto que hacer y tan interesante que se dejan de hacer cosas tan banales como contar por aquí qué es de uno.

No entro, por supuesto, cuando uno se gana la vida con esto. Entonces no tiene motivo para dejar de escribir. Podrá hacerlo mejor o pero, pero es el medio a través del cual se gana su sustento.

Una bitácora personal es diferente. Se escribe porque se siente la necesidad de escribir. Aunque no te lea nadie, aunque los que te lean sean tan pocos. Es una ventana abierta. A través de ella puede mirar todo el que quiera, todo el que llegue a divisarla. El paisaje podrá ser más o menos ameno, interesante, aburrido. Un paisaje más. Una opción más.

Uno no puede ni debe ni sería deseable que pudiera, elegir a los visitantes de su blog. Una visita guiada a las tripas de uno mismo. A las alegrías y las miserias. Las virtudes y los defectos - estos más ocultos pero siempre a la vista -. Un recorrido panorámico y detenido entre las pupas y beldades que uno posee. Entre sus miedos y vergüenzas, a través de aquello de lo que presume y de lo que se jacta.
Uno no debe poder elegir la calidad de sus lectores. La calidad de un lector no va reñida con la de la propia persona. Conozco a excelentes lectores que carecen de ese brillo que posee y rebosa toda gran persona. Y viceversa.

En estos dos meses ha sucedido algo singular. Los que nacieron en los 90 ya empiezan a tener la mayoría de edad. Me empiezo a sentir de otra época y aún soy suficientemente joven como para no notar ese desfase. ¿Se habrá acelerado el cambio generacional?

Por último, un apunte. Para los que lean esto. La vida son coyunturas. Uno pasa por distintas coyunturas durante cierto tiempo, ahora estoy viviendo uno de esos tiempos, que no son de crisis ni mutación ni nada similar. Más bien de definición. Y como este blog pasa por ser parte de mí, he de definir qué he de hacer con él. Si seguir o cerrar. Si sigo he de cambiar la línea.
Lo que cuento no me basta a mí para alentarme a seguir con ello. La fórmula - que nunca fue tal - ya me falla. Y eso no puede ser.