jueves, septiembre 27, 2007

Por Humberto Diosdado

¿te atreverías? Me preguntaba indolente mientras se mordía el labio. No es atrevimiento, es tentación. ¿caerías entonces en la tentación? Ya estoy cayendo.¿y no te arrepentirás después?

Brazos desmayados que me pesan en el corazón.

sábado, septiembre 22, 2007

Soy de esas personas a las que les cuesta escribir lo que siente. Sin embargo, cuando me preguntan o cuando tomo la iniciativa y enumero y narro aquellas cosas que se me pasan por la mente y el corazón, se me aclaran las ideas y la palabra brota de mis labios con la misma naturalidad con que brota el agua de una fuente.


Por esta razón, cuyo origen desconozco, soy incapaz de escribir un diario. Lo he intentado en multitud de ocasiones, me he comprado libretas para ello, he abierto páginas del word con el encabezamiento “Diario”, incluso llegué a publicar en este mismo blog dos de ellos.

Desde pequeño he emborronado cientos de páginas que he ido tirando a la basura. Otras las he guardado, no hay en este descarte ningún motivo, son todas igual de mediocres. Si algún día llegara a ser una persona de renombre cobrarían interés por puro morbo, porque la gente quiere saber qué sienten, cómo piensan y actúan aquellas personas que destacan en algún ámbito de la vida social, piensan que en ello se encuentra la clave de su éxito. Yo no descuello en nada, así que difícilmente cualquier anotación mía pueda cobrar algún interés.

Y esto, a veces, me da mucha rabia. Porque me gustaría poder enseñar una parte de mí, hacer pornografía sentimental. Mi naturaleza es antitética con mis anhelos, pienso y deseo determinadas cosas que niego a través de mis actos. Leo y leo, para encontrar, a través de las palabras de los demás las mías propias, trato de meterme en sus pieles, y me embelesan sus pensamientos, sus palabras tan precisas que definen estados emocionales tan comunes y tan difíciles de perfilar con palabras. Y me doy cuenta de que no soy capaz de alejarme de mí lo suficiente como para escribir con la lejanía del que se sabe protagonista de una vida pero rechaza el vivirla. Esta es, quizás, la mayor traba con la que me encuentro: me siento vivo cuando almaceno las palabras en mi interior, cuando las escribo una leve sensación de olvido se apodera de mí, como si al dejar testimonio escrito de ello pudiera desprenderme de la experiencia vivida. Por este motivo, cuando un lugar me gusta demasiado, cuando en un viaje un paisaje me deja sin palabras, cierro los ojos un segundo, aspiro y dejo la cámara de fotos colgando en el pecho. Si escribiera sobre ese lugar, si con una foto intentase captar lo que he sentido en esos instantes, todo el sentido que para mi tenía se desprendería de la palabra y la de la imagen y dejaría por completo de significar nada para mí.


Así que aunque inevitablemente tome muchas fotografías a lo largo de cualquier viaje, sólo lo hago en aquellos momentos en los que no estoy sintiendo nada especial. De esta manera, entre foto y foto, o entre recuerdos puestos por escrito, revivo con mayor intensidad los momentos especiales, pequeños tesoros que prefiero no guardar de ninguna otra forma que no sea dentro de mi cabeza, para no desvirtuar su viveza.


A veces pienso que en realidad estos momentos no son tan especiales pero en un momento concreto los sentimos como tal, y que precisamente por conservarlos en el formol de la escritura o de la fotografía podemos valorarlos retrospectivamente y ver su verdadera naturaleza. Pero la verdadera naturaleza sólo se entiende en el mismo momento de su revelación. Como dice en algún lugar que leí, un río a pesar de ser el mismo río nunca lleva la misma agua, es inútil tratar de sumergirnos pues en la misma corriente.

lunes, septiembre 03, 2007

Dentro de 23 días cumplo 24 años. El 24 de septiembre hará 5 años que me vine a vivir a Madrid. Y hoy 3 de septiembre peso 3 kilos más que antes de marcharme el 3 de agosto 25 días de vacaciones.

Son números que se me acaban de venir a la mente mientras me quedan 17 correos por contestar, 7 exámenes por hacer, 9 asuntos por resolver y media docena de amores que marchitar.

Cumpliré 24, perderé esos 3 kilos y los volveré a ganar, responderé estos 17 correos pero otros tantos ya están redactándose o reenviándose a mi buzón, haré los 7 exámenes y algún día terminaré la carrera, resolveré esos 9 asuntos que, a fin de cuentas, tampoco son tan importantes y me volveré a enamorar. ¿no? Lo único que ojalá no suceda nunca es que me caduquen esa media docena de amores que me corresponden...