lunes, noviembre 27, 2006



Después de un tiempo sin publicar nada en el blog, adjunto este fragmento que escribí hace unos días. Siento ser tan poco prolijo, no consigo sacar más de mí.


Est deus in nobis; agitante callescimus illo
Hay un Dios dentro de nosotros ; cuando se agita nos inflamamos


Ovídio, Fastos 6.5

Nunca pensé que el dolor
llegara a ser adictivo;
siento la libertad más plena cuando
mi alma sufre: soy una laguna
negra que arrastra vanidades a su interior.
En el fondo tiemblo; la certeza
de que este mundo que me construyo

y me construyen es una opción me aniquila.

No es la cadencia de las palabras, no es el ritmo
de la naturaleza, no. Nada. Tal vez no sea nada porque
nada puedo expresar sino un sentimiento
que nace del dolor. Un dolor vivo que me humaniza,
una cuerda de esparto que rodea esa parte de mí
que se agita y que se inflama.

¡Tengo tantas cosas que sentir! ¡tantas funciones que vivir!
tantos papeles que cumplir... y sólo sería feliz cumpliendo
el que sé que no puedo: porque la cama está caliente y fuera
el mundo está oscuro,
inhóspito, frío, gris. Triste.

jueves, noviembre 09, 2006

'Speculum Humanæ Salvationis'
(El espejo de la salvación humana)

Una espiral y caigo en ella. Tuve una mala racha, salí de ella. Han pasado dos años, y no quiero pasar de nuevo por otra etapa semejante. Sonrío a diario, trabajo a diario, intento cultivarme a diario. Tengo ambiciones y expectativas, ganas de vivir la vida, pero hay momentos que en un segundo, el mundo se calla, y siento como se hunde encima de mí. Soy yo el remolino y me trago todas las sensaciones, quedando sepultadas detrás de mis carnes que esconden un alma, por un instante ensombrecida, que avanza y retrocede, como la misma humanidad desde que el hombre perdió su inocencia, y con él, la historia misma.
Pero ya me he recuperado, esa nube que me ha oscurecido levemente y por un solo instante, ya ha pasado. Ahora de nuevo puedo sonreír, y la vida pasa sin que me pese. Es tan fácil como hacerme el que sabe que el tiempo corre pero sin prestarle atención, mirando a otro lado para no desesperarme. Me exaspera la mortalidad. Si fuera inmortal sufriría por la inmarcesibilidad de mi carne. Pero soy mortal y me oprime el pecho la idea de que un día – el mañana eternamente pospuesto – ya no sea joven, y que sepa lo que es amar.