viernes, agosto 31, 2007

Durante el mes y medio que he estado sin actualizar el blog ha mediado tanta vida como para llenar varias entradas, o incluso varios libros. Pero 25 días de vacaciones y la vuelta a la normalidad tienen un efecto tan devastador (es mentira) sobre mí que apenas sí recuerdo qué fue de esa época en la que podía disfrutar de una buena cerveza fresquita en compañía.

Parece que fue hace un lustro cuando estaba en una cala de Roche tumbado sobre la arena, dando brincos entre las olas, riendo con mi amigo Juanjo mientras iban cayendo uno tras otro los botellines de cruzcampo perlados por la condensación, acompañados por un tándem typical dominguero: filetes "empanaos" y tortilla de patatas. Pero fue sólo hace una semana.

Y si me remonto a la primera de agosto, cuando probé el cocido montañés cántabro in situ, la quesada pasiega, la marmita, las corbatas de Unquera, las fabes con almejas, el chorizo auténtico asturiano a la sidra... Y es que 25 días dan para mucho comer. Concretamente he aumentado mis reservas en tres kilitos, pero han sabido a gloria.

Ahora que de nuevo llegan los exámenes es momento de hacer doble penintencia por los excesos y regular un poco la dieta. Aunque hoy ya me la he saltado. Una menestra de verduras con pollo a la plancha muy rico, y de postre un helado de dos bolas: tarta de queso y dulce de leche. El café que no falte. Y es que así no se puede.

Para la próxima entrada os prometo alguna foto de mi escapada al norte.